Boca tiene grandes problemas que trascienden lo futbolístico. ¿La salida de Alves es la solución? ¿Podrá Pompei enderezar el rumbo en los últimos encuentros?

Todo el mundo entiende que no se puede ganar siempre y cualquiera puede tener un mal campeonato. Lo que es inconcebible de este Boca, uno de los más pobres de la historia, es cómo pierde.

Un equipo que ante la adversidad se achica, que no demuestra ningún tipo de reacción, que no deja nada en la cancha, con jugadores que están en su peor nivel y otro DT que no supo manejar el plantel. Porque los futbolistas le perdieron el respeto.

Además, el Chueco ha sido pura voluntad pero tiene su cuota de responsabilidad en no encontrar nunca el equipo, en declaraciones desacertadas como las que hizo tras el Superclásico: “Me voy a ir de acá ganando todo”, cuando pese a la alegría frente al rival de toda la vida se veía a las claras que eso sería imposible. Alves se dejó llevar por la emoción y lo pagó caro.

Por si faltara algo, los problemas siempre comienzan desde arriba y está clarísimo que en la actualidad la dirigencia está totalmente debilitada. Se dejaron ir jugadores clave a cambio de nada para traer futbolistas que no están a la altura de las circunstancias (por ejemplo Ariel Rosada, Luiz Alberto, Breyner Bonilla). Qué bien vendría hoy Fabián Vargas en un mediocampo que no ofrece nada, sobre todo en la parte defensiva.

En la CD hay una lucha de poder, nadie tira para el mismo lado y todos buscan su propio beneficio. Por eso es difícil imaginarse que la renuncia de Alves solucione las cosas, porque no es lo único que debía cambiar. Debe haber un cambio de mentalidad. Algo mucho más profundo que un técnico lleno de errores.