Es 29 de enero, de noche, en plena época de vacaciones y con los bolsillos no tan llenos. Se juega la primera fecha del campeonato, algo que para varios puede resultar un partido insignificante, y el rival de turno es Atlético Tucumán, uno de esos equipos que tampoco despierta demasiada expectativa en la previa.

Las calles del barrio van poblándose con el correr de las horas. Algunos estiran el horario del asado para no comer tan temprano, otros salen a las rutas para llegar desde cualquier rincón del país y varios van un poco más justos de tiempo porque no viven tan lejos.

Las tribunas vuelven a latir. Los globos y el humo hacen aún más pintoresco el escenario. Las banderas flamean y las caras de los ídolos dejan en claro que acá, en Brandsen al 805, todavía hay memoria. Sale Boca a la cancha y la explosión es total. Esta campaña volveremos a estar contigo.

Todo lo que nos dio el fútbol durante este tiempo fue, es y será inolvidable. Nada, absolutamente nada, podrá compararse con la alegría de ver a nuestra Selección Argentina levantar la Copa del Mundo. Los goles de Messi y las voladas del Dibu Martínez serán eternas. Pero sin esto no se puede vivir.

Acá puede faltarnos muchas cosas, pero jamás necesitaremos contar cuántas veces se llena la cancha de manera consecutiva para demostrar la fidelidad de nuestra gloriosa hinchada. No nos comparen nunca más: solo van a perder el tiempo.

Messi y sus llamadas con Román:

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