Una vez más, Juan Román Riquelme demostró toda su categoría ante River. Para envidia de Ahumada y Almeyda, PBJ le hizo marca personal al diez.

La pisa, la amasa, la pasa, organiza al equipo, grita, da órdenes, levanta al público y hasta es capaz de opacar al mejor jugador de todos los tiempos, Diego Armando Maradona. No es omnipotente, es una persona común y corriente, aunque su diestra está tocada por una varita.

Por todo eso y su amor a la camiseta número 10 de Boca (su camiseta, como él dice), la gente lo eleva a los cielos. Hoy, mientras que algunos ovacionaban a Maradona, el resto del estadio se caía a gritos en su honor: “Riqueeeeeeeeelme, Riqueeeeeeeeeeelme”.

Una y otra vez, el hincha de Boca lo adoraba en La Bombonera (su casa, como él dice). Lejos de dormirse en los laureles, Román corrió, metió y, por sobre todas las cosas, como siempre, pensó. Así nació el primer gol de Boca: centro rasante del diez , cuando todos esperaban la búsqueda aérea de Palermo y su gol 219, que encontró al botín derecho de Gary Medel.

El gol lo gritó como propio y se abrazó al chileno, el cómplice de su inteligencia en esta jugada. Posteriormente, agitó sus manos para escuchar el delirio de la gente.

En la segunda etapa, Román entretuvo a Ferrari y le marcó el surco a Monzón que, tras una gran jugada individual, habilitó a Medel y fue el segundo gol. Montaña humana para el festejo y el diez no podía faltar, todos revolcándose en el piso como si fueran un grupo de amigos del barrio.

Román, como todo hincha de Boca, está feliz. Nada más lindo que ganar en su casa, con su gente y ante el eterno rival.

Siempre brilla ante River y les responde a todos dentro de la cancha. Sus anteriores asistencias en Superclásicos habían sido, en orden cronológico: a Ledesma, Viatri, Battaglia y Palermo. ¿Por qué será que contra River nunca falla?… Por suerte, Riquelme es de Boca.