En una entrevista exclusiva para Vóley Azul y Oro, el capitán Miguel García habla de los desafíos del Xeneize en cuartos de final y de su presente en el equipo.

Es una tarde brillante, pero no sabemos si por el sol o los ojos de Miguel García mientras mira a Eva y Emilia, su mujer y su hijita. Ellas vinieron a acompañar al capitán de Boca Río Uruguay Seguros, que también es papá y marido, y asume la entrevista con el mismo compromiso con que afronta cada instancia. Bajo la atenta mirada de su familia, el punta cordobés habló de todo: el equipo, los playoffs, Boca y su carrera. No te pierdas la intimidad de uno de los referentes del Xeneize.

Una buena explicación para contar cuál es la relación de García con este deporte es su propia definición: “El vóley me dio todo”. Sin embargo, el comienzo de este vínculo tuvo algunas vueltas: Migue empezó a jugar porque su romance con el fútbol no llegó a buen puerto. En Banco de Córdoba coqueteó con el beach vóley, pero sólo encontró el verdadero amor con la intervención de un cupido, que en este caso fue nada menos que Sebastián Garrocq, el actual líbero de UPCN: “En el verano iba siempre al club y jugaba al beach con él. Un día me invitó a jugar indoor y ahí fue cuando nació todo. Desde ese club, haber llegado hasta acá era utópico, la verdad es que nunca me imaginé todo lo que me tocó”.

Rápidamente reconoce que las cosas no le fueron fáciles, pero eso no fue un impedimento y quizás sea la esencia que lo mueve cada vez que juega un partido:“Siempre me costó porque nunca fui un jugador habilidoso y menos ahora, no soy un dotado técnicamente. Todavía me cuesta jugar y aprender, sinceramente creo que el día que dejás de aprender es el día que te retirás. Trabajé mucho y siempre busqué crecer desde ahí porque otra no me quedaba”. Esa humildad y sensatez que utiliza al hablar de su crecimiento como jugador, se transformar en convicción al afirmar que “a mí me hubiese encantado tener la calidad que tienen un montón de pibes, pero es lo que me tocó y hubo que trabajar con eso. Hay chicos jóvenes que tienen todas las capacidades y no las aprovechan, consideran que con lo que tienen les alcanza. La realidad es que para ser un fenómeno, tenés que trabajar mucho. Si vos te quedás con que sos bueno, te ponés un techo y no llegás”. Por un momento extiende este concepto a la vida en general: “Como sociedad siempre pensamos que somos mejores de lo que somos, cuando en realidad ves a los que son realmente buenos llegar a serlo por el esfuerzo y dedicación al trabajo; la mayoría está muy lejos de eso. Tenemos que crear una cultura del trabajo mucho más grande y darnos cuenta que desde esa base vamos a lograr grandes cosas, de otra forma no.”

Muchas voces le dijeron que no iba a lograr nada, y en algún momento casi que las malas profecías se cumplieron, pero en ese punto el trabajo de tanto tiempo lo recompensó y le dio la posibilidad de dejar el amateurismo: “Cuando estaba por dejar de jugar me llamaron para una prueba en Buenos Aires porque me vieron jugando para la selección de Córdoba frente a la Selección Argentina juvenil”. Guillermo Paredes, manager de la Selección en aquel momento, alguna vez le había preguntado si quería probarse en un club de Buenos Aires. El tiempo pasó, el contacto dejó de ser fluido y algunas circunstancias lo llevaron a tomar la decisión de dejar de jugar. Una pubalgia  y un problema con el pase a Alianza Jesús María casi que finiquitan su carrera: “Había jugado el ascenso y había un problema porque tenía que pagar yo mi pase y no me parecía ético ni lógico, entonces decidí no jugar. Por más que tuviera un costo alto, prefería mantener mi dignidad antes que seguir jugando al vóley”. No obstante, aquel viejo conocido se acordó y lo llamó: “Un día a las 7 de la tarde, me llama “Willy” para ofrecerme una prueba en Bolívar. El problema era que llevaba un tiempo sin entrenar, pero me pidió que al otro día a las 7 de la mañana esté en la UBA”. Recuerda ese momento con cada detalle: “Llegué y estaban Daniel Castellani, Guillermo Quaini y Sebastián Firpo, que yo los veía por la tele. Fue una cosa increíble. Cuando terminé la prueba me llaman y me dicen: ‘Que te manden el bolso de Córdoba con la ropa’ la emoción que me invadió fue enorme”.

De esa manera siguió su carrera profesional, con un paso posterior por Chubut Vóley  y la experiencia de emigrar a Francia, algo que él mismo pensó que no sucedería: “La verdad es que yo no esperaba jugar afuera con la altura que tengo. Fue una experiencia muy linda: ver capacidades físicas totalmente diferentes, una organización muy buena y llevar la cabeza a límites inimaginables. Conocí gente que es muy diferente y con estilos de vida totalmente opuestos. También implicó sobrepasar eso, extrañar a mi familia, a mi mujer y darme cuenta que cuando las cosas estaban complicadas, estaba solo. Por suerte me trataron bárbaro y el segundo año fue más sencillo ya que pude compartirlo con argentinos. Los logros deportivos fueron buenos y es una experiencia que no me la voy a olvidar nunca”.

Su llegada a Boca fue producto de la imposibilidad de la dirigencia de Asnieres de respetar su contrato, pero también de sus ganas de volver. Enterados en el club de la ribera de esta situación, le ofrecieron sumarse al equipo para la temporada 2012/2013. Habiendo demostrado ser un jugador con las características para portar la azul y oro, García extendió su contrato por otra temporada y da cátedra sobre lo que implica usar esta camiseta: “En realidad, Boca no te exige nada, es algo que lo entendés porque ves el club y ves cómo es todo, cómo responde la gente. Es un club tan grande que a dónde vas,  te dicen “es Boca”. Cuando estábamos en Brasil, todos los equipos brasileros querían la ropa, y ahí te das cuenta de la mística que tiene”. Miguel reconoce no ser hincha porque el corazón tira para tierras cordobesas, pero eso no le impide continuar: “Yo me llevo una grata sorpresa del club, sabía que era grande, pero no tanto. Es impresionante, y eso te hace entender que tenés que dejar todo porque te responden con todo”.

Su continuidad implicó nuevos desafíos ya que Marcelo Gigante eligió darle la capitanía a comienzo de temporada (así hablaba el entrenador de él). No obstante, el punta receptor no lo toma de esa manera: “Es un orgullo que me hayan nombrado, pero ser el capitán no me cambia el estilo de juego, lo que pienso del vóley o qué es lo que puedo darle yo a un equipo. No me hace diferente porque somos todos uno. Lo que cambia son las responsabilidades: tenés que hacerte cargo de otras cosas, pero no tengo ningún problema con eso, y de hecho, es un honor”.

Ya focalizado en el presente del equipo, se anima a hacer un balance general de la fase regular: “Teniendo en cuenta de principio a final, el balance es súper positivo. Llegamos a un nivel que es bastante aceptable de vóley, pero lo podríamos haber terminado mejor sin ninguna duda”. La reflexión remite a la derrota de la última fecha ante Ciudad. Ese partido era fundamental porque Boca dependía de sí mismo para finalizar tercero de cara a los playoff. García lo explica: “Ciudad es un equipo que en los papeles lo dan como inferior, pero juega muy bien. El partido se nos escapó a nosotros y dejamos pasar una oportunidad muy grande.  Si bien todos los rivales son difíciles, hubiera sido mejor terminar en un tercer lugar la fase regular y no en un quinto, pero el balance no deja de ser positivo y estoy muy contento con todo el equipo”.

Más allá de la posición, claramente el nivel del conjunto boquense fue en aumento con el correr de los partidos. Con un comienzo bastante irregular, el Xeneize terminó logrando cosas impensadas para muchos a comienzos de temporada. En este punto, Miguel se remonta al inicio de la Liga y cuenta que las cosas fueron inesperadas para mucha gente, pero no para él: “Éramos un equipo en formación, hubo grandes cambios y eso hacía que tengamos que acoplarnos con todos nuestros compañeros nuevos. Después tuvimos algunos problemas administrativos que no nos permitieron contar con el equipo completo, pero yo sabía que podíamos jugar bien y crecer. Era cuestión de tiempo, la calidad y potencial que teníamos como equipo yo se percibía, siempre tuve la fe plena en que nos iba a ir bien”. El jugador de 32 años insiste en afirmar que todo lo obtenido de allí en adelante es producto del trabajo: “Todas las cosas que nos han ido pasando las tenemos súper merecidas, es un orgullo haber logrado todo lo que logramos”. Y sube la apuesta: “Este equipo no tiene techo, cuando nosotros entendamos que con todas las cosas que pasaron igual hemos obtenido logros, vendrán cosas mejores. Hay que creerlo y seguir trabajando duro para eso”.

El Xeneize, como todo grupo, tiene sus puntos fuertes y sus debilidades. Como capitán, Miguel nos cuenta cuáles son las características de este Boca que se encamina a los cuartos de final de la Liga: “Es un equipo que trabaja duro, es disciplinado y tiene mucho respeto por los compañeros. Es un grupo que quiere crece, donde los chicos quieren aprender y escuchan a los más grandes. La realidad es que nos entendemos todos y vamos hacia un objetivo común”. Respecto de aquello que aún falta, García cuenta:“Creo que necesitamos tener un poco más de conciencia de a dónde podemos llegar; me gustaría que hagamos la explosión y el salto de calidad ahora. Quiero todo con este equipo porque de todas las que nos hemos levantado te muestran que podemos llegar a algo más”. Para eso, el cordobés da la receta: “Hay que trabajar, dejar todo y estar listos de la cabeza para lo que viene, porque es todo muy efímero: un día ganas y al otro día te podés estar lamentando y pensando qué es lo que podría haber pasado”.

El paso por tantos equipos y los años de juego le dieron un panorama claro de aquello que considera fundamental en un grupo. Al respecto, contó: “Lo que más valoro es tener compañeros honestos, la entrega por el equipo y el compañerismo. Me gusta tener un equipo que trabaja y da todo”. Es imposible no preguntarle cómo vincula su presente deportivo con lo que le toca vivir, ya que el pasado 22 de enero, Eva dio a luz a Emilia, su primera hija. “Todo te define, haber sido papá es lo mejor que me pasó en la vida por lejos, y me tocó justo la semana del Clasificatorio al Sudamericano. Nunca jugué tan cansado, pero nunca me pasó de llorar tanto tampoco. Haber logrado esa final fue la frutilla del postre y no puedo explicar lo que se siente tenerlas acá conmigo. Te hace crecer como persona y jugador, seguís aprendiendo y tratando de mejorar, porque te hace ver las cosas de otra manera”.

Sobre la aventura de meterse en el mundo Boca, afirmó: “Es un club increíble, que tiene una estructura interesante para hacer grandes cosas. Me permitió conocer muy buena gente, y estoy muy contento de haber experimentado este mundo, porque todos hablan de eso, pero no lo entendés hasta que no estás acá. Antes  de terminar, se tomó un momento para hablar de una parte fundamental del equipo: “De este club también es importante destacar que hay un grupo que labura muy bien desde la parte técnica con Marcelo (Gigante) y Fernando (Seijas), pero también Sergio (Parra) en la preparación física y Gonza (Barreiro) que es clave porque estudia muy bien los partidos y tiene buena lectura de los equipos para hacer los planes de juego. La verdad es que son fundamentales para esta estructura, al igual que Anibal Barbero que nos tiene volando a todos. Todo el staff de atrás del equipo es fantástico”.

Con todos estos ingredientes y la cabeza puesta en el cruce con La Unión de Formosa, el segundo mejor atacante del conjunto boquense afirmó: “Tengo todas las expectativas: quiero ganar cada pelota, cada set, cada partido e ir paso por paso. Va a ser un cruce durísimo porque Formosa es un muy buen equipo. Hay que ir con todo porque van a ser finales, y tenemos que tratar de sacar los partidos allá para venir y definirlo en casa. No va a ser fácil, pero confío en este equipo y en que podemos hacer un muy buen papel en esta Liga”.

Para cerrar, nos animamos a pedirle que nos cuente para qué ve a este Boca. Como en la cancha, García se hizo cargo y dijo con convicción: “Boca está para ganar cada pelota. No podemos pensar más allá de eso, porque cada pelota te marca la diferencia entre si estás haciendo las cosas bien o mal”.

Sin dudas un capitán, a la altura de la azul y oro.