En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, La Bombonera.

1 – Vayan a sacar a una familia de su casa. O vayan a sacarle su casa, si lo prefieren así. Fíjense cómo reaccionan. Y es lógico. Es entendible que quieran defender con lo que sea, con lo que tengan a mano, su propiedad. Su lugar en el Mundo…

2- En el libro el “Fútbol a Sol y Sombra”, Eduardo Galeano le pregunta al lector si alguna vez entró a un estadio vacío. Allí, él escribe: “Haga la prueba. Párese en medio de la cancha y escuche. No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie”. Y la verdad es así. Además cuenta como se escuchan cosas en las canchas si se agudiza el oído. “En la Bombonera de Buenos Aires, trepidan tambores de hace medio siglo”, escribe, y en esas canchas míticas que menciona –donde están el Maracaná, el Azteca, San Siro y demás- existe la comparación con el estadio del rey Fahd, en Arabia Saudita,  que “tiene palco de mármol y oro y tribunas alfombradas, pero no tiene memoria ni gran cosa que decir”.

Y la Bombonera es eso. Lo que podemos decir, lo que pueden escribir los que la quieren, y los que la amamos. Y ese es el punto. Ese es el lugar del Mundo. Es nuestra casa. ¡Pobre de aquel que quiera hacer negocios con ella!

La Bombonera es ese templo, ese coliseo que se erigió en Buenos Aires. Ese lugar donde el ritual de cada domingo se lleva a cabo. Ese pedazo de cemento que se levanta, para contenernos las lágrimas, abrazarnos en la derrota y animarnos en la felicidad. Porque es tan ensordecedor cuando cantan en ella, como cuando está vacía. Ese esa imagen de un gol soñado y en la tribuna la gente cantando por uno. Son esas lágrimas, en el mejor lugar que te puede dar la vida, para gritar ¡la puta que vale la pena estar vivo! Y si quieren, los encargados de turno que miran siempre afuera, es el lugar que eligió un diario británico para comentar que es el mejor para ver un evento deportivo. Un partido contra los primos, pero no en su casa. Si no en la nuestra.

3- No será ni la primera, ni la última vez que le escriba a ese lugar, que me demostró que yo nací en una ciudad equivocada. Esas escaleras que vibran y esas paredes donde dejan las frases de amor los hinchas –como si fuese un árbol-.

La Bombonera es el campo de juego que te intimida. Que te hace sentir el amor a primera vista. Ese milagro que sólo se da dos veces al mes, cuando Boca juega de local. Porque si uno amaga a enojarse con el equipo, llega ahí y se le olvidan los rezongos, los problemas. La muerte se queda en la puerta, no entra con uno, porque sabe que alguien puede sentirse más pleno allí que en cualquier otro lugar. Una plenitud envidiada hasta por el más positivo de los humanos. Porque es en nuestra cancha en que nos sentimos por 90 minutos inmortales. Lo que pase en la semana está de más. Es en Brandsen 805, que uno vive las vidas vividas por otros. Es ahí cuando uno se da cuenta que la vida es un cúmulo de momentos. Y que con Boca, son momentos gloriosos.

“La verdadera caldera es la Bombonera” comentó Zico alguna vez. Y la lista de entendidos del fútbol continúa cuando de nuestro templo se trata. “Gracias a este templo del fútbol que es La Bombonera. Muchos caudillos se cagaron en esta cancha, muchos caudillos que decían que jugaban en todas partes del Mundo, cuando venían acá iban muchas veces al baño. Por eso no hay cancha como esta, para disfrutar, para presionar al rival. “Le agradezco a Dios que haya creado la Bombonera y me haya hecho de Boca”, son palabras de Diego Armando Maradona. Alguien que sí entiende lo que es la cancha nuestra. Porque no sólo ahí metió el recordado gol a River en 1981. No. Él sabe, como todos, que Bilardo dijo al perder con Deportivo Cali en 1978 la Libertadores que habían jugado en la cancha más difícil de América.

Él sabe como todos, que allí Rojitas y Rattin hicieron de las suyas. Que hubo épicas fechas de Palermo –como cuando volvió contra las gallinas- de Román. Que Natalio Pescia hizo todo para que una tribuna lleve su nombre. Que Márcico lloró en el ’92. Esa cancha sufrió los 11 años sin campeonatos, pero el aliento incansable. Perdón. Pero no me puedo extender. Todos sabemos lo que pasó en esa cancha. Que no es una más.

4- Mi primera vez en esa cancha fue en 1999. Mi padre, había hecho las tratativas para poder conocerla. Era el paso que había que dar. Era ese día en el que entraba en mi historia, el antes y el después como enamorado de Boca. Más allá de enfermarme sin haber viajado a Buenos Aires, sabía que mi amor me esperaba. Que esos nervios de años anteriores, se debían calmar ahí. En el lugar donde todos vamos, para poder continuar. Porque esa cancha da eso. Las ganas de seguir. La ciencia comenta que cuando se logra algo que se desea, después se pierde pasión. En La Bombonera pasa lo contrario.

Pedro Lajst, Jefe de Relaciones Públicas en ese momento, me dejó conocerla. Y fue uno de los días más felices de mi vida. Obvio que no la conocí como me hubiese gustado, porque yo también creo que el hecho de “modernizarla” le quitó ciertas cosas. No era lo mismo como cuando nació,  de la mano del arquitecto esloveno Viktor Sulčič, quien, junto con el geómetra Raúl Bes, y el ingeniero José Luis Delpini, con esos palcos VIP. ¡Boca no tiene gente VIP o no VIP! Pero seguía la mística.

Un junio frío, recibiendo a los mexicanos del Cruz Azul para jugar la final de Copa Libertadores, fue mi primera vez con gente. Con ese griterío incesante. Nunca me pasó de no escuchar a mi viejo estando al lado. Sentía que se caía, pero no. La Bombonera me decía estuviese tranquilo. Que siempre pasaba. Que eso no se explicaba. Que le gustaba como la miraba…

En 2010 pude dormirme una siesta en la platea de Boca. Me desperté y fue lo mejor de mi vida. Levantarme ahí dentro. Sintiendo una intensidad en el pecho. Esa alegría eterna y perpetua de saberme levantarme en las butacas de mi casa. Mi lugar en el Mundo.

Estuve con una sordera mucho tiempo. Como cuando hubo muchísima gente. Es que sin haber nadie estaban todos los que hicieron de esta cancha un templo Mundial.  Porque me contó memorias. Me contó historias, que ahora se las quieren sacar. Se las quieren borrar. La quieren dejar vacía de gente, de jugadores, de historia, de gloria. La quieren para espectáculos, dirigentes que nunca van a entender cuál es el verdadero espectáculo…

5- A mis once años lo agarré a mi viejo y le dije: “Papi, si me muero antes que vos quiero que me cremen y tiren las cenizas en La Bombonera”. No puedo pensar en morirme ahora, porque soy joven. Pero menos que menos, quiero que mis cenizas sean esparcidas en un anfiteatro. ¡Eso sí que no lo puedo concebir!