Con la dolorosa derrota en Victoria, Boca mostró su peor cara justo antes del Superclásico.

Todas las semanas son los mismos problemas: de mitad de cancha para atrás. Las inseguridades en el fondo se repiten partido a partido pero, aunque Abel Alves lo trabaja en las prácticas, los errores infantiles suceden siempre.

Las complicaciones son tantas como variadas: desde fallas en la salida como más de una vez le sucedió a Gary Medel frente a Tigre, pasando por debilidades de hace tiempo con pelotas aéreas, distracciones de cualquier tipo y hasta la pérdida de pelotas increíbles por salir muy lejos con valor dominado (véase por ejemplo Luiz Alberto en el segundo gol).

Haga mucho o poco, el rival siempre encuentra la forma de complicar a Boca y, lo que es peor, el Xeneize no halla la manera de contrarrestarlos sino todo lo contrario, se ve cada vez más desbordado.

Para colmo, hasta hace unas fechas el equipo atacaba bien y generaba ocasiones claras de gol en cada partido. Pero eso se perdió. Frente a Racing y ni hablar contra Tigre, a los jugadores no se les cayó una idea y a Martín Palermo le llegó poquísimo la pelota.

Boca está moribundo y parece no reaccionar. El domingo es la última oportunidad de reencontrarse con sí mismo en un Superclásico al que llega muy golpeado. Pero es un partido aparte y todo puede pasar. De todas maneras, por más de que sea un choque diferente, se debe jugar muchísimo mejor de lo hecho hasta ahora.