Rattín, el alma de Boca.

En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el debut de Rattín.

Hace dos años en Villa María, “Chicho” Serna dijo: “El 10 en Boca es el número 5. Ahí está la esencia”. Más allá de Rojitas, Maradona y Riquelme, sabíamos a qué iba esa afirmación. Para que no quedaran dudas puso como ejemplo a un histórico: Antonio Ubaldo Rattín.

09/09/1956

Hace 60 años, el “Rata” salía a la cancha para jugar por primera vez con Boca. Su mano vendada, producto de un accidente del día previo, cuando hizo un trabajo de lo otro que sabía que era ser electricista, no seguía las recomendaciones de un yeso. Había llegado en un camión con una barra de amigos, porque ya era jugador profesional y “no podía viajar” en colectivo.

Llegó puntual, por la hora que le daba su primer reloj comprado el día previo. Mario Fortunato, lo iba a poner a partir de las 15 en el partido. A las once, él ya estaba en el Club. Llegó puntual, ese debut fue con victoria 2 a 1 a River. Tremenda aparición en la historia, para alguien que había dejado de fichar para otros clubes que le daban toda la “pilcha”, para ir al club de sus amores y tener toda la gloria. Desde las inferiores se fue formando para ser ídolo. Rattín, llegó muy puntual, en el momento justo para convertirse en leyenda.

Nacido en el Tigre en 1937, siempre supo que quería jugar en el Club, pese a que la mayoría de sus amigos eran “gashinas”. Ellos los domingos se bajaban del colectivo en Nuñez y él seguía hasta La Boca. En su niñez, había remado todo un día, para ayudar en una mudanza a cambio de un cuadro de Cigarrillos Imparciales azul y oro. El Delta, fue lo primero que venció.

Tuvo su primer auto y el primer baño de su casa gracias a Boca, que le permitía devolver la plata cuando pudiera, pero sobre todo poder llevar una vida digna. Y él le devolvió todo con creces. Con la memoria como estandarte, con la lucha como bandera, con la llama siempre eterna.

El 5 cuida al 10

Si hiciéramos un top ten con ídolos de Boca históricos, seguramente Antonio estaría en el quinto lugar. Justo a la mitad, como en la cancha y con ese número que inmortalizó. Que continuó la tradición de Natalio Pescia y después fue pasando la posta a otros. Pero los que somos de Boca, sabemos que Rattín, no fue uno más. Tal como decían los carteles de la época, era (y lo es) el alma de Boca.

Ese tipo alto, largo, flaco, de 1, 90 se empachó de victorias, pero tuvo que esperar para ser campeón. Mal no le fue. El primer torneo que ganó, fue el famoso de 1962, cuando en la penúltima fecha Roma le atajó el penal a Delem y allí encaminó todo, para que una semana más tarde se coronara por primera vez el “5” de Boca y para que el pueblo bostero festejara después de 8 años. Nuevamente River, aparecía en momentos claves de Ubaldo.

Ganó además los títulos de 1964, 1965 y la Copa Argentina de 1969. Pero además se ganó el respeto de propios y ajenos, como el de un tal Pelé, que quedó inmortalizado en una de las postales de la carrera de un prócer que en el libro de Marina Zucchi, “Desde el alma”, pide disculpas por si faltó algo, pero que cree “haberlo hecho todo”.

Ese todo, inclusive fue velar por Boca, hacerlo más grande y cuidar a su joya. Rodolfo Pedernera le pediría cuidar al pibe. “No se haga problema” fue la respuesta y casi como un hermano mayor, que muestra cual es el camino, Antonio cuidó de Ángel Clemente Rojas. No se separó de él en ninguna concentración, ni en ningún viaje. No solamente cuidaba por la mitad de la cancha, que Boca no sufriera sobresaltos, defendía a las glorias, que como él llegarían para no irse.

Fue una estrella más para el Club y para el país, que veía como lo entrevistaban siendo una de las figuras del club más popular. Era duro en el mediocampo, y totalmente sensible fuera del rectángulo. Con la tragedia de la puerta N°12 quiso donar sangre para salvar bosteros, pero le negaron por estar cansado luego de jugar el partido. Sangre, fue siempre lo que dio por Boca y hasta la Selección.

Quince años en Boca, para ser el gran capitán, y diez con la celeste y blanca para tener ese mote. Caudillo aguerrido, respetable e inolvidable, fue el encargado de que en el fútbol se instalaran las tarjetas amarillas y rojas, para que no pasara lo mismo que con el “Animal” en Inglaterra e 1966. El archivo rescata imágenes imborrables, de su mano estrujando el banderín británico frete a la mirada atónita de la Reina. Lo habían expulsado mal, y a modo de revancha se dirigió a la platea con insultos. Jamás lo iban a pasar por arriba. Ni cuando flameara la bandera argentina o la boquense.

Hace 60 años, en un día como hoy Rattín debutaba en Boca. Hace once años, cuando fue la fiesta de los 100 años, mi viejo me gritó: “Rattín, Rattín” y una foto movida por la emoción quedó como recuerdo invalorable. Temblaban las piernas como si fuese un rival y transpiraba como si me dijeran “hoy te marca el Rata”. Es que él había sido un héroe querido y respetado, desde la memoria de mi padre, y lo que me contaban los libros.

Hace un año en los pasillos de La Bombonera, lugar que siempre defendió como “El Coliseo” volví a cruzar a este líder bostero, que no tuvo mucha suerte con el buzo de entrenador. Pude decirle gracias y abrazarlo de nuevo a quien defendió los colores nuestros, como nadie. Inclusive en estos tiempos “donde quieren inventar nuevos colores para Boca. Nosotros somos azul y amarillo. No jodan”, como dijo alguna vez.  Ya más tranquilo, la foto salió mejor aunque las piernas seguían temblando.