Marcelo Cañete está dando sus primeros pasos en Primera y ya aparece en boca de todos. Ojo, hay que cuidarlo, apenas tiene 20 años.

Domina el balón en velocidad con una gran clase, algo nada fácil de conseguir en el mercado futbolero de hoy en día. Además, cuenta con la claridad mental suficiente como para saber cuándo es mejor asistir a un compañero o hacer la suya, como en el gol de hoy ante Melbourne Victory.

Tiene esas cosas de distinto, aparece en el momento que nadie lo espera. Cuando el pálido primer tiempo parecía terminar 0-0, el “Chelo” recuperó una pelota de puro guapo, sacó a pasear a un defensor con un enganche de derecha y, casi cayéndose, definió de zurda.

Marcó su primer gol con el plantel profesional, aunque por el festejo pareció ser un simple detalle dentro de la gran actuación.

No todo fue positivo para Cañete: a los 27 minutos se topó con el árbitro del partido y debió permanecer fuera del campo por cinco minutos porque su rostro no paraba de sangrar. Nada, ni siquiera esa mancha, logró opacar su desempeño.

En el complemento, Borghi lo sustituyó por Nico González. El técnico entendió que ya había demostrado demasiado en la primera etapa y decidió cuidarlo de las duras acciones que se estaban sucediendo. Desde la salida del eje del juego, el equipo no logró tener la pelota.

El “Bichi” ya se lo había dicho al entrenador del Melbourne Victory en la previa: “Cañete es un joven que juega bien,  tiene que mandarlo a marcar”. Se ve que no le entendió muy bien o ni siquiera con previo aviso pudieron abortar los rápidos movimientos del juvenil.

Pide la pelota en el Palestra Italia o en el Etihad Stadium como si estuviera en el Club Lomas de su Lugano natal. Sin miedo a las patadas, encara y encara con sobrada confianza, sin tener respeto por esos rivales que cuentan con varios partidos en sus espaldas.

Hay que tomarlo con calma, disfrutar el momento y llevarlo de a poco. Con 20 años desplegó apenas una porción de todo su potencial. Ni hoy es el mejor ni mañana será el peor si no rinde a pleno.

No lo apuren, no lo presionen y menos lo comparen con grandes jugadores consagrados. Dejen que haga lo que él sabe. Solamente véanlo y aplaudan.