En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, la consagración en la Recopa 2006.

Uno quiere compartir sensaciones, más que nada. No es querer hablar de uno, por más que me ponga como protagonista en los escritos. Todos sabemos el que el protagonista es Boca, y que va más allá de cualquier hincha. Es por eso que en esta nueva entrega apareceré pero para que tengan idea de lo que genera Boca en uno. Por más que sea muy difícil entenderlo…

14 de septiembre de 2006

Luego de un campamento de Cuarto año donde mi promoción fue noticia provincial y hasta nacional por ciertos compañeros que se emborracharon y una chica que tuvo que ser internada, los que realmente amamos mi colegio nos debíamos y les debíamos a nuestros profes uno de esos agasajos, de esos homenajes que no se ven muy a menudo pero que se tienen que hacer sí o sí.
Los que organizamos el acto sabíamos que ninguna otra promoción iba a igualarnos y mucho menos a superarnos, por más que ese no era el fin, sino sacarnos un poco la espina de dos años atrás y ese campamento que a los que íbamos desde jardín al colegio Manuel Belgrano nos habían marcado a fuego.
Hay que comentarle que tal acto del día del maestro, fue en el Teatro Giuseppe Verdi de la ciudad de Villa María, con varios números donde participaron todos, canciones, teatro negro y demás….
Yo, estaba en los camarines desde el comienzo de todo repasando una y otra vez. Yo, que no había salido todavía a escena, era el encargado de cerrar ese acto frente a un Teatro lleno y con un monologo que yo mismo había ideado. Siempre fui “caradura” pero eso era uno de los puntos más altos. Mientras repasaba el guión del Profesor Papalópulos, me temblaban las piernas, las manos, tartamudeaba y transpiraba…
Un gran amigo mío, se acercó y me dijo “Tranquilo si te lo sabes a todo”. Yo le respondí: “estoy nervioso no por esto, sino por el partido…” Su respuesta fue “Espero que no sea cierto o te cago a trompadas”. Vale aclarar que mi amigo es de la contra…

14 de septiembre de 2006.

Una semana antes Rodrigo Palacio en dos oportunidades le daba una victoria por un gol de diferencia a Boca contra San Pablo. Este partido correspondiente a la Recopa Sudamericana enfrentaba a Boca Campeón de la Sudamericana en 2005 y a San Pablo de Brasil campeón de la Libertadores del año anterior y ganador frente al Liverpool en Japón alzándose con la copa del Mundial de Clubes.
Boca debía definir en Brasil, lugar donde a muchos equipos de Argentina salen perdedores pero que a Boca lo trata muy bien. Iba con el antecedente de haber ganado todos los torneos jugados de la mano del “Coco” Basile.
Era, en caso de ganar, la Copa número 16 en esas vitrinas que piden aire por tantas copas en la historia azul y oro. Y nada más ni nada menos que en el Morumbí, uno de esos monstruos de cemento que en donde más de uno tendría ganas de salir corriendo.
La diferencia era mínima y daba la sensación de que sería uno de esos partidos en que hay que sufrir (más de lo debido), y con el condimento de cruzarse una vez más contra un equipo de Brasil.

Esa noche del 14 de septiembre

Salí del Teatro corriendo en medios de los gritos de Bariloche, “la Promo no se va”, “soy del Belgrano, es un sentimiento no puedo parar” y los que decían el lugar donde iríamos a comer.
Llego a mi casa y mi viejo que me esperaba con la noticia de que ibamos perdiendo 1 a 0 con gol de Junior, pero que no jugaban mucho mejor que Boca. A los pocos minutos, mientras me cambiaba, exactamente a los 40’ 09’’ después de un centro de Krupoviesa y que Martín le bajara la pelota, Palacio nuevamente le metía el gol al arquero de los 1000 partidos de San Pablo. El grito de gol antes del abrazo con mi viejo se habría escuchado en toda la manzana, porque los nervios siempre logran eso. Que gritemos un gol como si fuese el último.
Mi camisa blanca y negra del Xentenario no coincidía con el verde y blanco de todos mis compañeros. Tampoco parecía ser uno más de esa promo mientras todos hablaban en el bar y yo sentado apartado, con Lucas – uno de mis hermanos del alma y bostero, obvio- mirábamos el partido. No faltaba el que hacía la típica broma de querer apagar el televisor ante un ataque de Boca o el que me decía “dejate de hinchar y veni acá”. Mis miradas hacían replantearse los pedidos y los chistes a mis compañeros.

Ese partido terminó 2 a 2 con un gol en contra de Morel Rodríguez. Ese segundo gol de ellos fue para la estadística, mientras yo bajaba del lugar para ir a la Plaza principal de Villa María y festejar una copa más. Otro logro internacional. Mis compañeros me miraban desde arriba y yo allá abajo era feliz y no me importaba nada más esa noche.

El segundo gol de Boca lo metió un tal Palermo. De derecha, cando todos le criticaron siempre ser “muy zurdo” y enganchando entre varias camisetas blancas dejando en el piso a uno de los defensores, mientras seguían esas voces que lo tildaban de no tener técnica y no sé qué otras cosas. Tiro potente, la pelota que besaba la red, Guillermo detrás de los carteles aplaudiendo y Martín que a los 30’ 23’’ de ese segundo tiempo metía el gol, se iba a parar a un banco con varios jugadores de Boca. Miraba de frente a la gente que había viajado entre aplausos y gritos. Yo, era alguien nuevo ante mis compañeros que nunca me habían visto gritar un gol de Boca.

Fue la primera vez que casi me echan de un bar por el escándalo que armé. La gente me miraba como si estuviese loco. Tiré sillas, salté, me abracé con Lucas, festejé. Un loco en Brasil me daba otra copa, otro loco en Villa María a kilómetros de distancia festejaba y se emocionaba.

En el Teatro también lo había hecho, pero eran emociones diferentes.

P.D.: Luego del festejo en la Plaza volví al bar para festejar que el acto había salido bien.

P.D.: Los términos Promoción y Belgrano son pura coincidencia. Se los juro.