En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, lo que representa y genera Battaglia en el hincha. 31 de mayo de 1998 -¿Viste?, con Bianchi vamos a andar bien. Eso fue lo que le dije a mi mejor amigo, cuando Boca le ganaba a Gimnasia y Tiro de Salta por 4 a 0. Había dos cosas ese día que no sabía. La primera que dirigía interinamente Carlos María García Cambón. La segunda: que el pibe que debutaba en el partido en años sería el gran Sebastián Battaglia. 8 de julio de 2015 No somos números. Somos personas. Pero así y todo, muchas veces nos podemos explicar por una cifra, o mejor dicho resumirnos. Hace unos meses, cuando tenía de frente a “Chicho” Serna me dijo: “El 5, para el bostero es el 10”. Y claro si eso no se negocia. Llamémoslo temple, agallas, garra, huevo, personalidad, amor por la camiseta. 17 años tenía Sebastián Battaglia cuando debutó, 17 años pasaron de aquel mayo hasta que La Bombonera lo despidió como un hijo. Que la gente lo ovacionó por su entrega y entereza. Miles de almas que llegaron de varios puntos del país, porque el calor de la gloria podía contra el frío del clima. Porque todos entendieron de qué se trataba esto. No importaba que fuese día laboral, él siempre había trabajado para nuestra felicidad. Porque lo hizo hasta el último día, reuniendo a los ídolos eternos. Hasta por momentos se corría de su noche. Eso es de lo más festejado, la humildad que tuvieron los Rojas, los Mouzo, en su momento se la pasaron a él en una especie de posta, para que no se olvidara jamás de donde venía y cómo eran los que lo iba a ver desde la tribuna. 700 kilómetros hay de distancia entre Córdoba Capital y Buenos Aires. La ruta 9 es el camino, 7 horas puede ser la tardanza. Cualquier número queda chico al lado de semejante persona, y es por eso que valieron la pena los diferentes sacrificios que fueron hechos. Porque Seba Battaglia no fue solamente el “equilibrista” de Basile. Mucho menos el que Bermúdez miraba y le decía por lo bajo a “Chicho”, que lo veía siendo el hombre de Boca. [youtube]https://www.youtube.com/watch?v=H8yFXePtmL0[/youtube] Él es tanto, tanto, como sus lágrimas en el 2003 cuando se fue, o en cada una de las lesiones que sufrio. Y que nos dolieron. Porque puede llamarse Osteocondritis, o lesión del carajo. No importa que nombre merezca, merece ser maldecido, porque quitó a este tipo de nuestras canchas. Pero por dejarlo todo, nos dejó su pierna, su fuente de trabajo, su alma. Porque como se escribió en su momento: El homenaje vendrá en vida la misma que te hizo una mala jugada, pero como siempre te repondrás, le quitaras su ego con astucia y con tu elegancia. Mientras corría en la cancha, era gloria pura, era mística, era esperanza. De que aparezcan más Sebas, de que se sigan retirando como él en andas. Porque el miércoles hubo magia, hubo locura, hubo presencia, rebeldía, pero también hubo un León que hizo que rugiera la cancha. Estaba la sabiduría de Bianchi, que entendió cuando Battaglia volvió del Badajoz y le pidió pelearla. Estaban las copas, estaban los torneos. Estaba su pie malherido, que antes de su gol a River en 2003 ya le avisaba. Pero él tenía una cita con la historia, no podía quedarse en su casa. Mientras lo veíamos todos, recordaba a Eduardo Galeano que dijo que no estamos hechos de átomos, sino de historias. Pero se puede entender que no estamos hechos de números, por más que a él siempre le cuenten historias. O que él haya hecho con sus números, más historia que muchos Clubes, o que muchos de los que creen que el éxito viene de arriba. Él no. Durmió en La Candela. Con frío, con calor, no se quejaba. Iba a entrenar con las leyendas vivientes, y no decía nada. Su voz de mando era en la cancha, cuando la pelota era bien cuidada. Pero sobre todo la existencia de Boca, porque cuando muchos se quieren olvidar, Battaglia es el resumen de La Boca en su espalda. Porque es pueblo y es sacrificio, porque es un escudo propio que brilla con 17 estrellas aladas. Porque somos historias que se corporizan, y mucho más cuando lleva el 5 a las anchas. Porque Battaglia ganó más copas que torneos locales, pero más que eso, se ganó el amor perpetuo de la mayoría que aún lo extraña. Porque hubo muchas figuras aquel miércoles en La Bombonera. Hubo risa, hubo emoción, caño de Martín a Cagna. Goles del Chipi, de Matellán, Iarley, Delgado, de Martin, de Román. Muchos números históricos. 2, 7, 9, 10… Pero todos corrían con el 5 atrás. No hacía falta nombres ni presentaciones rimbombantes. Solo ver el escudo de Boca, y contar cuantas de esas estrellas que brillan nos dejaron a cambio de eternidad. Una eternidad que es posible, en el Templo, en La Boca, en la cancha, en la memoria. Porque somos cultores de la sangre que tira, y de los que se tiran dejando sangre. Porque Sebastián Battaglia es el ADN de Boca. Algo vital, que no debe mancharse ni negociarse. Porque a esta altura, ya nos olvidamos de los números. No todo son cifras, por más que a la gloria quieran comprarla. ¡No! La gloria se la gana, con la azul y oro, en el pecho, en la frente, en lo sufrido, en lo festejado, lo llorado, lo inolvidable, lo perpetuo, lo inagotable. [youtube]https://www.youtube.com/watch?v=ntZM45k8RPA[/youtube] Pibe, joven, hombre azul y oro. Que ganó más que nadie, y a la vez parecía que no decía nada. Nunca se perdió, ni nos dejó perdidos cuando marcó su primer gol en la neblina de Paraguay frente a Olimpia, o cuando lo hizo frente a Cúcuta. Y ahora sin él, a veces nos falta el rumbo en el verde césped. Fuera de él el rumbo vaya uno a saber dónde está. La fiesta no tapó el sol con un dedo, pero si era necesaria por el homenajeado. Alguien que salió de las inferiores y nos hizo ganar todo, mientras que los de ahora parece que solo sirven para ganar plata. Siempre volvió, como en esta noche de miércoles. Miles de flashes hacían las veces de las estrellas en la noche, que con los fuegos no podíamos ver. Porque el fuego de él estuvo en tres décadas diferentes, chamuscando gallinas, inclusive con pases para goles memorables, guiando vueltas olímpicas. No importaba si en Brasil, o en Japón. Si en La Boca o en Avellaneda. El mediocampista, el que lograba el equilibrio justo en la Mitad Más Uno. La misma que lo despidió como él merecía: respeto. Tanto dentro como fuera de la cancha, al igual que él. La familia bostera unida, despidiendo de la mejor manera a ese que podríamos haber elegido como hijo, hermano mayor… un ejemplo. Ídolo eterno, la despedida no es más que una anécdota. Una más en esta institución, formada por personas hechas a bases de historias. Y él, fue el encargado de escribir de las más magnificas. Él, el León, el Sebas, el que llevará siempre en alto el ADN bostero. El que a 17 años de su aparición, se retiró dejándonos 17 títulos en las vitrinas. Pero sobre todo, las lágrimas de un miércoles de julio, por su vida que es nuestra. Por su 5 en la espalda. Por personificar como pocos lo que nos pasa. Por el respeto a todos, pero más a su casa, a la que volvió en 2005, de la que nunca se irá… ni en cuerpo, ni en alma. Muchas Gracias querido Sebastián Battaglia.
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