Tevez, el único que dio la cara en una de las derrotas más decepcionantes de los últimos años. ¿Habrá fuerzas para seguir?

Fui de los que crecí viendo jugar al pibito de Fuerte Apache, que dejaba todo y un poco más por alcanzar la gloria con el club de sus amores. Fui de los que disfrutó aquel 2003 inolvidable, donde el equipo ganó la Libertadores y la Intercontinental, y también fui de esos que festejó contra Bolívar, en 2004, tras la obtención de la Sudamericana antes de su primer adiós.

Fui de los que se emocionó con el regreso en 2015 y presenció uno de los eventos populares más genuinos de todos: la Bombonera llena para recibir a un jugador de fútbol, un día de semana y en horario laboral. Sí, más de 55 mil almas latiendo al compás del último gran ídolo.

Nobleza obliga: también fui de los que se indignó con su partida a China, con algunas frases inoportunas, con la crítica hacia Román, nuestro máximo referente, y con el nivel mostrado en algunos lapsos tras su regreso del fútbol asiático. Pero la herida, si es que se puede llamar así, de su inexplicable decisión de dejar Boca ya sanó el pasado 7 de marzo de 2020.

Hoy, con la decepción a flor de piel por una nueva eliminación en la Libertadores, ya no soy el que fui cuando era chico ni hace un par de años atrás. Pero sí soy el que le agradece al tipo que mejor nos representó en una de nuestras derrotas más dolorosas. Porque cuando las cosas no salen, no hay que “jugar al trotecito” ni esconderse, sino dar la cara. Y Carlos Tevez, con la 10 en la espalda y la cinta del Diego en su brazo, lo hizo.

Este domingo habrá una nueva cita con la historia. Es cierto que es un trofeo menor, pero no por eso puede subestimarse. Después, pase lo que pase, ojalá haya fuerza para ir por la gloria una vez más. Los grandes no pueden marcharse nunca por la puerta de atrás.