Bracamonte cantando en La Bombonera.

En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, Revanchistas.

El viernes por la noche, ir a ver al hombre arte, al hombre poesía era el mejor plan. Gabo Ferro tocaba en el ND Ateneo y Sergio Sánchez, amigo y colega de Página 12 (gashina él) invitaba.

El recorrido comenzaba con la charla del Expo Boca, con un amigo circunstancial. La estación Constitución (ese gigante de cemento), el subte con todos apretujados, eran ingredientes para la primera vez de un recital en Buenos Aires.

Al llegar el pánico, la desesperación, el shock y el sensacionalismo oportunista de periodistas de medios, que ven en el amarillo su color predilecto. Una mujer con un ataque arrojaría a una nena desde el palco, el show se suspendía, Gabo Ferro no podía tener su noche y la noche, en vez de tener brote poético era víctima de un brote psicótico.

Ya en el sábado, el día debería ser mejor, dar revancha de sensaciones. Quitar los impactos negativos de la noche anterior, por otros momentos que queden en la memoria, pero que la hermoseen. Un desayuno con Ángel Clemente Rojas, en el Club, ya era indicio de ello. En otras palabras, él y ese momento fueron poesía.

Por la tarde el calor (con un mundillo de gente, en nuestro lugar en el mundo), hacía que el sol pegara más que Hrabina o Passucci que ya habían hecho de las suyas en la Exposición. Luego del recorrido obligado por stands, la charla con los responsables de una película sobre los “caza talentos” de Boca, era entender lo realmente importante cuando hay que contar historias con el séptimo arte. “Los Pibes. Cazadores de ilusiones, fabricantes de talentos” era y es la excusa para debatir sobre lo mal que se le hace al Club, en varias partes.

Cuando el sol caía, lo que se encendía era el público de “Revanchistas” y Hernán junto a Fabián, de Rock and Ball que invitaban a verlos. No estábamos apretujados, pero si hubiese sido así, no importaba. Este gigante de Cemento, hace que hasta eso sea una prosa. La Bombonera, logra que no sea molesto el apretarse, sino necesario.

Que dure como cien mil años más

La Bombonera es el mejor escenario. Lo sabemos, pero no está de más recordarlo como cada jugador al que se le preguntó en estos días. O como “Fercho” Bertuccio, líder de la banda que se sentía “feliz de tocar en el mejor estadio del mundo”, excusándose de que era “totalmente subjetivo” lo que decía… Era real.

Al final, la poesía ganaría y el rock sería la excusa para el primer recital en Buenos Aires… Que debía ser así, que si se podía elegir, era el casillero a llenar. Que no necesitaba más explicaciones. Para gritar “Quiero que me digas qué se siente, andar por la vida exento de pasión”. La revancha llegaba de la mano y el canto de ellos. Y que valga la redundancia, porque ahí, todos estábamos con la luna como compañera, con la tribuna y el recuerdo del aliento, con la noche como testigo, con la adhesión a la frase: “Hoy me late fuerte el corazón / y mi pecho grita a cuatro vientos –‘Dame más calor’”.

El show fue intenso y vibrante. No solo para ellos, sino para un público que lo sigue desde siempre, con remeras que rezan que hay “huevos de sobra” para más desafíos. Algo así como la explicación de su música en un “rock crudo y sanguíneo”. Con el fondo azul y amarillo, no podría ser de otra manera.

La tarde noche, ya dejaba lo primero para ser lo segundo, cuando Héctor Bracamonte, acompañó para cantar un tema a Diego Maradona compuesto por él: “D.A.M. (El Capitán)”. El ex jugador (una especie de anti-héroe, que por porte y goles fue lo más parecido a Palermo que tuvimos) le dio mayor grado de histórico al show de la banda nacida en Villa Luro.  

El tema “Silencios Prohibidos” que se colaba en cada rincón de la cancha, era una especie de himno porque “la pasión entiende que el silencio no es una opción”. “9 de Corazones”, un tema a Martín era aplaudido como el cantito de los goles “que ya van a venir”; “Despierto en mis laureles”, “Las Malas Lenguas”, el tema homónimo de la banda y “El buen vencedor” fueron algunos de los temas de una grilla que guiñaba en todo momento, al lugar donde estábamos. Que no era ni más ni menos que “el” lugar. “Tras su manto de neblina ruge mi cantar/ si de seguir haciendo ruido el sueño prevalecerá” entonábamos para decirle, casi como un susurro, que la íbamos a cuidar, que nadie, sea quien sea, la podrá jubilar.

Las luces encandilaban, pero la retina estaba en otra. Estábamos en el lugar donde decimos “con mi aguante nada está perdido /siempre habrá tiempo, habrá revancha /y en todas estarás conmigo”. No importa si de un recital, un resultado adverso, una pálida de la vida.

“Sangrecaliente” quedaba sonando cuando terminó el recital. Porque en ese momento, cuando el aturdimiento de La Bombonera vacía impactaba, el recuerdo, la historia, el presente, las luchas, los de siempre y nosotros, lo que le haya pasado a cada uno en ese Estadio… Todos: Revanchistas, el público y los sueños. Todos nos hacíamos eco de eso que alzaba en voz al aire: “Nosotros somos el fuego sagrado de los sentimientos”.

Un sábado a la noche, con ese paisaje inmejorable uno puede sentirse más pleno que nunca. Como uno de los temas de la banda,  y tomarse revancha de lo feo de la vida, de la demencia de algunos, teniendo bien en claro la diferencia con la locura. O por lo menos la nuestra.  Porque ella, nuestra casa, es la culpable de nuestro resplandor, de sentirnos “como Román en aquella Libertadores, como Martín contra el Madrid”. Sintiéndonos más vivos que nunca, sin miedo al fin. Que no puede ni quiere llegar, cuando un sexto día por la noche estamos ahí en Brandsen 805; cuando nos sentimos así en ese lugar: Plenos.