Por segundo año consecutivo Boca no ganó ningún campeonato y no clasificó para la próxima Libertadores.

Desde el verano se empezó a vislumbrar el difícil año que iba a tener Boca. Es que inmerso en internas y errores dirigenciales que retrasaban la llegada de los refuerzos pedidos por Alfio Basile y tras caer 3-1 con River en Mar del Plata, el DT se alejó de la institución dejando un clima caliente detrás. Enseguida sobrevino la salida de Carlos Bianchi, mánayer, atosigado por la CD para que tome el mando del equipo.

Finalmente, Abel Alves se hizo cargo del mismo, mientras que Matías Giménez (único refuerzo llegado previamente a la salida del Coco), Jesús Méndez, Sebastián Prediger y el brasileño Luiz Alberto se sumaron al plantel para intentar devolver al Xeneize a los primeros planos. Lejos estuvo ese deseo de cumplirse.

El Clausura arrancó con cuatro puntos sobre los primeros seis posibles, eso trajo esperanza. Pero desde la tercera jornada, cuando Boca perdió ante Newell’s por 4-2 en Rosario, volvieron los inconvenientes, el primero de ellos el alejamiento del club de Roberto Abbondanzieri, portero excluido de los titulares por el entrenador. El certamen transcurrió con más pena que gloria, mostrando un gran desequilibrio entre ataque y defensa (marcó 28 goles y recibió 35), sumando solo cinco triunfos, misma cantidad de igualdades y nueve derrotas.

Fue la peor campaña de la historia, con 20 puntos y solo el 35,09% de efectividad. Alves se fue en la fecha 13, tras caer 3-0 en Santa Fe, contra Colón. Roberto Pompei lo reemplazó por el resto del campeonato.

Llegó Claudio Borghi, campeón del primer semestre con Argentinos Juniors. Con él arribaron a La Boca para el Apertura: Cristian Lucchetti, Christian Cellay, Juan Manuel Insaurralde, Matías Caruzzo, Damián Escudero, Clemente Rodríguez y una polémica línea de tres en el fondo que fue muy cuestionada desde el primer instante por contradecirse con la historia azul y oro.

De arranque se vio que los puestos de vanguardia serían observados siempre desde abajo. Un punto de los nueve iniciales y el primer amague de renuncia del entrenador, tras la tristeza de la tercera jornada contra All Boys. Prevaleció la irregularidad: se alternaron triunfos que ilusionaban con derrotas inesperadas y a la vez preocupantes. La defensa, lo peor del Clausura, mejoró sin llegar a ser sólida (se recibieron 20 goles en 19 partidos). Justamente la misma cantidad de tantos en contra que a favor. Un pálido undécimo puesto, con más derrotas (ocho) que alegrías (siete) y cuatro empates.

Claudio Borghi tampoco llegó al final del campeonato: en la decimocuarta jornada, luego de una dolorosa derrota en el Superclásico, dejó su cargo. Otra vez fue Pompei quien intentó disfrazarse de bombero.

Es cierto que Juan Román Riquelme, sin dudas la principal carta para crear fútbol, se perdió prácticamente todo el segundo semestre (jugó un partido y medio) por lesión, pero Boca no puede permitirse otro año como el que pasó (que además se suma al paupérrimo 2009). El 2011 que está por venir trae un nuevo DT y nuevas ilusiones. Veremos si Julio César consigue despertar a un gigante que está dormido hace rato.