En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, mi primera camiseta de Boca.

Si bien esto lo iba a escribir para algún cumpleaños mío porque me tiene como protagonista, decidí hacerlo luego de un hecho de esta semana que en el Mundo Boca no tuvo repercusión, pero sí en el mío.

A ver, no es nada del otro mundo si cualquier hincha de fútbol llega a leer esto, pero no así para el xeneize de buena cepa.

Les comento que me encantan las camisetas viejas de Boca y pude conseguir una anhelada por mí desde mucho tiempo. Uno de esos bien largos.

Eso me remontó al 16 de julio de 1997. Esa fecha es la de mi cumpleaños numero 9 y que marcó un antes y un después en mis días. A la mañana mi viejo me prometía no fumar más por pedido mío, algo que cumple hasta hoy, y yo ya estaba satisfecho por eso. Pero a la noche llegó con una bolsa. No decía nada, tenía un papel de regalo y me di cuenta que era ropa. Pero no la típica de los regalos en donde sale lo mejor en cuanto a actuación de cada uno.

Sabía que ahí había algo especial y de hecho así era. Era, era… ¡¡¡¡Mi primera camiseta de Boca!!!! Luego de abrazar a mis viejos me la puse sin sacar la etiqueta. Como cuando se tienen los kartings levantados del piso para soltarlos y salir, así me tenía mi mamá. Cuando sentí que la tijera cortaba la etiqueta y me liberaba, salí corriendo por el barrio con mi nueva camiseta de Boca. La primera…

Era 16 de julio. Mucho frío. Pero eso no impedía que yo fuera corriendo al almacén, a la carnicería, a lo de mis tíos para mostrar eso que para mí era mucho. Sigue siendo mucho. Todos me contestaban, “Juanjo volvé a tu casa que esta frío, te vas a enfermar”. Pero yo no quería saber nada. Iba de una punta a otra del barrio y ahí fue la primera vez que me encontré solo hablando y relatando partidos y goles hechos por mí.

Ya en la primavera o verano, esa remera era partícipe de mis mejores goles hechos no sé a cual arco, pero era la excusa para salir corriendo más fuerte, imaginándome en la Bombonera y sacándomela para festejar. La vergüenza era cuando alguna de  las nenas del barrio me veía en cuero y gritando solo en el medio de la calle. Seguramente no eran bosteras…

Eran tiempos donde no me importaba si eran oficiales o no. Sólo me importaba tener mis colores en mi cuerpo. Ahí, bien cerca del corazón y tocándome el alma, el orgullo, mi identidad, mi persona. Era ese azul y amarillo. No me fijaba en lo estético de la camiseta, aún sabiendo que Diego se quejaba de esa remera porque tenía las revolucionadoras líneas blancas. Esas cosas con el tiempo fueron cambiando hasta ser un poco crítico de moda con algunas camisetas de Boca, pero no es lo importante.

En esos días yo entendía lo que era la camiseta de Boca. O mejor dicho, desde ese día la pelota con esos colores gloriosos que me regalaron al nacer no estuvo sola, y yo me daba cuenta lo que iba a significar en mi vida esa forma de vestirme, donde el azul y oro siempre están en la tendencia.

El tiempo fue pasando y esa remera fue quedando chica. Uno se daba cuenta que cambiaba y que ya crecía pero nunca se olvidaba de ese “pedazo de tela” que todos tildan, que para nosotros es mucho más que eso. Muchas veces fue utilizada como pijama, hasta que pudo ser decorada por la firma de los jugadores como otras que tuve.

Me siguieron comprando camisetas mis padres. Mis viejos lo hacían a la altura de las posibilidades pero sin ningún tipo de requisito. Hoy en día las cosas también cambiaron. Me puedo comprar yo las camisetas de Boca como esa suplente del ’92 que conseguí.  Pero nunca va a ser igual que a esa que cuelga en mi pieza con las líneas blancas, el Quilmes en el medio y las firmas de los jugadores que le dan un toque especial. Nunca va a ser como esa que llegó envuelta un julio frío a la noche.

Nunca va a ser como la primera…