Foto gentileza: @LuletRocks.

En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el cumpleaños de La Bombonera.

El 805 se nos grabará en la memoria… en el alma. No habrá necesidad de jugarlo en la quiniela. Ya nos sabremos ganadores de por vida.

Te miraremos tan alta, imponente, tan perfecta, tan hermosa. No habrá ninguna igual. Ni hecha ni que quieran hacer.

Mi primera vez en La Bombonera, fue con solo 10 años y sin gente. Pude comprobar eso que escribió Galeano sobre que “no hay nada menos vacío como un estadio vacío”. Pero también lo que confesó Alessandro Baricco, sobre que nuestro estadio sin nadie se convierte en un claustro y es lo mejor para escribir, porque en esa parte del mundo se generan las mejores ideas.

Mi memoria de elefante potenciada a esa edad, me hacía mirar cada detalle. Cada mínimo rincón de un lugar que siempre soñé despierto y lo repasé dormido. Cada jugada vista en videos, grabadas en VHS, cada momento palpitado a la distancia, que se concretaba ahí… Pero sin nadie. Ella, mi viejo y yo. La foto de aquel entonces, es clara. La sonrisa no entraba en mi cara…

La segunda vez fue el bautismo eterno. La seguridad de que no habría lugar mejor en el mundo, para poder estar. Menos con toda esa gente, que revoloteaba en las afueras, como si fuesen a ingresar a un gran hormiguero. Menos con todas esas banderas que revoleaban, para que la postal no se fuese nunca por el camino de la desmemoria.

La segunda vez fue en la Final de la Libertadores del 2001. Nunca creí que tanta gente podía caber en un lugar, menos con las cantidades que quedan afuera. Que se deben representar por ellos, que son la voz de los que alientan a la distancia.

La Bombonera fue el abrazo eterno con mi padre y el imaginario con millones de bosteros. Los fuegos que nunca habían explotado tan fuerte, la felicidad que nunca se había corporizado de tal forma. Que nunca había tomado formas de esa manera… La mejor.

Subiremos las escalinatas sin cansarnos, sin esperar, tratando de ganarle al tiempo. Sentiremos lo mismo que las primeras veces. Que las segundas, las terceras, que todas… Porque esa sensación jamás se olvida. En esta parte del planeta, el olvido no es factible.

Seremos el rugido mundial. La voz eterna el grito de lucha, la emoción de…vuelta(s), de noche heroicas, de gestas imborrables, de próceres del fútbol, de ídolos de masas, de guerreros de nuestra historia. Se intimidará hasta al más descreído, se contagiará hasta al más frívolo, se escuchará hasta en los tiempos en que no estemos.

En el 2016 pude volver y estar a solas con La Bombonera. Esta vez no con mi viejo, pero sí con su presencia y con la de miles. Lloré mirándola tan resplandeciente. Le juré amor eterno y defensa permanente, frente a los que la quieren borrar del mapa. De la importancia en la historia, de la fama mundial, de la elección como la mejor, de la imponente frente a todas las demás, de la que tiene millones de historias para contar. Y millones más por escribir…

Fue como aquella vez que dormí una siesta en sus plateas y me desperté, de la mejor manera. Mirando ese lugar, que es el nuestro en el mundo y en la existencia. El lugar que si fuese una cárcel, los libres pediríamos entrar sin poder salir.

El 805 se nos grabará en la memoria… en el alma. No habrá necesidad de jugarse el número en apuestas absurdas. Porque en ella, la ganadora de por vida, donde la magia existe, donde el romanticismo se palpa, donde somos más plenos seremos vencedores… frente a la muerte.