La sonrisa de Miguel. Tan famosa como añorada. Aquella que relució más que nunca a principios del 2020, cuando el hincha de Boca volvió a sentir felicidad plena en el cuerpo después de años realmente duros. El comienzo de algo distinto, de una nueva etapa.

Esa sonrisa que fue la última en levantar una Copa Libertadores de América en el club. Y que ahora simboliza reconstrucción: dar vuelta la historia contra el clásico rival cuando la mano torcida. Primero, con una remontada que no estaba en los papeles de casi nadie. Después, con dos eliminaciones consecutivas en partidos “mata a mata”.

Su salida de Boca allá por el 2007 había sido injusta: pensemos qué tan alta estaba la vara como para que perder contra el Milan una final del mundo signifique el fin de un ciclo. Pero en el ocaso de su carrera como DT, luego de vencer a una dura e injusta enfermedad y ganar la batalla más importante de todas, tuvo su merecida segunda oportunidad. Y sin dudas la aprovechó.

Le dio confianza a Carlos Tevez para que pueda volver a sacar a relucir su mejor versión y se encargó de que la Copa Maradona quede en manos del club de los amores de Diego Armando, que seguramente también deslizó una sonrisa desde el cielo. Dicho sea de paso: fue uno de los protagonistas de la última noche de Diego con gente adentro de una cancha de fútbol, que no podía ser en otro lugar que en la Bombonera. Y fue una hermosa fiesta.

Hace ya varios meses que Boca no tiene funcionamiento. Ya ni siquiera tiene destellos individuales que lo camuflen. Miguel no encontraba el camino y lo más sensato era empezar a construir desde otro lado. Pero también hay que recordar que nos hizo muy felices. Y yo elijo quedarme con la sonrisa.