En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, la despedida de Diego Armando Maradona.

Te ibas en el entretiempo. Quien iba a saber que esos 45 minutos eran los últimos en que el Mundo te iba a ver dentro de una cancha.

Yo no sé como lo soñaste o deseaste, pero si te daban a elegir seguro que preferías esto. Ganarles. Dar vuelta el partido, y que el segundo gol lo hiciera ese rubio platinado por el que peleaste tanto para que fuera a Boca.

Ese tipo, fue el mismo que te dio la razón de llevarlo al Mundial cuando eras técnico.

Pero volvamos al 25 de octubre del ’97…

En el primer tiempo, las “gashinas” fueron muy superiores. Yo tenía nueve años y entendía eso de “no verla ni cuadrada”. Berti ponía arriba a River a los 40 minutos del primer tiempo y todo parecía que se quedarían ellos con el choque en el Monumental que además tenía el ingrediente de ser el duelo Francescoli – Maradona.

En el segundo tiempo la número 10 no salía y luego se sabría que habían sido cambios que el mismo Diego había buscado. Según cuenta Caparrós en su libro “Boquita” en el vestuario se escuchó de boca de Maradona: “Sale Vivas y entra el Cani. Salgo yo y entra Riquelme”.

En el segundo tiempo por esas cosas de la vida, o de la historia, Boca se iba a ver ganador. Toresani primero y Palermo después daban vuelta un partido. El “Huevo” a los 2 minutos, con pase magistral de Latorre.

A los 22 con un salto en donde todos los bosteros lo empujaban de abajo y donde Bermúdez cortinó a Burgos, Martín lograba que la relación con el hincha de Boca tuviese un antes y un después. Ese después fue luego de ese partido. La lluvia hacía de ese gol que fuera más hermoso, más histórico, más magnífico. De la misma manera que cuando Diego era DT de la Selección y bajo la lluvia Martín le dio el triunfo frente a Perú…

Ese partido que era la última vez que salías con la cinta de capitán de Boca y primero que todos. Que te persignabas y mirabas a los que se habían llegado a la cancha. A esos que tuvieron la suerte de estar ahí… Fue el partido donde saludaste a Ramón Díaz.

Ese partido que te tuvo filoso en las declaraciones: “El primer tiempo River fue River y mereció ganar, pero en el segundo se les cayó la bombachita.”

Ese partido tenía como protagonista a mi primo gallina que justo había comprado cervezas Palermo. Yo lo corría con la etiqueta pegada en la frente por toda la casa gritándole los goles… Mi inocencia y falta de información no me avivaban que ese día, por tele, a varios kilómetros de distancia estaba viendo por última vez en el verde césped a uno de mis máximos ídolos y referentes, dentro y fuera de la cancha…

Ese fue el partido en que el Mundo, Boca,  los argentinos dejábamos de ver jugar al más grande de todos los tiempos. Él que siempre tuvo esa relación especial con el hincha y la historia de Boca. Él que se fue de la mejor manera que lo puede hacer un bostero… Ganándoles a ellos en su casa, en su cancha, lleno de magia.

Magia que ese 25 de octubre del 97 brilló por última vez en una cancha…

P.D.: En días como los de hoy es que necesito y quiero volver el tiempo atrás. Para volverte a ver…