Falcioni repitió el mediocampo que utilizó en el clásico y le volvió a dar resultado. Chávez, Somoza, Rivero y Colazo tienen en claro que deben dejar todo en cada pelota.

Trabajan a destajo, pero lo hacen con gusto. Jornada laboral de noventa minutos, con tan solo quince de intervalo para descansar.

Da igual si salieron de las inferiores o si apenas jugaron dos partidos en el club, no importa si superan el metro ochenta o no llegan al metro setenta, ni siquiera se respetan sus antecedentes como volantes creativos. El esfuerzo es el mismo para todos y no se negocia.

Saben que portan una de las camisetas más importantes en el mundo y deben estar a la altura de las circunstancias. Así lo demuestra la voluntad del pibe Colazo, que recorre la banda como si tuviera experiencia en el puesto; la viveza de “Pochi” Chávez para recuperar pelotas imposibles; la firmeza de Somoza, que aunque ayer no estuvo fino en los pases siempre se muestra seguro y las corridas sin fin de Rivero, al mejor estilo del simpático correcaminos.

Están en todos lados y siempre en grupo. De a dos, de a tres y hasta de a cuatro. Se acoplan, asfixian a su rival y obtienen lo más preciado: la pelota. Trabajo simple, rápido y efectivo.

Para los que creían que se trataba de una labor rutinaria y que requiere poca habilidad, ayer dieron claras muestras de que les sobra talento. Los goles de Rivero y Colazo fueron un premio extra para un mediocampo que se llevó todos los aplausos.

Falcioni, el capataz del proyecto, contempla todo esto desde afuera y sonríe. Está orgulloso de sus hombres y del trabajo que vienen haciendo. Sabe que un mediocampo sólido gana partidos y los amistosos veraniegos no hacen más que confirmarlo.

Aunque espera ansiosamente a Erviti y a Riquelme, los encargados creativos, “Pelusa” sabe que nunca se va a quedar a pata teniendo a este cuarteto obrero a su disposición.