En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, un homenaje a uno de los ídolos máximos de nuestra historia: Rubén “Chapa” Suñé.



Rubén José Suñé nació el 7 de marzo de 1947 en la Capital Federal. Un año más tarde, ya se presagiaba lo que iba a pasar entre él y Boca. Comentó alguna vez: “Vengo de una familia boquense, mi tío fue dirigente de Boca. Con decirte que yo caminé al año, y mis viejos me contaron que caminé por primera vez, vestidito todo de boca, pateando una pelota”.

Hijo de Hilario Sué y Doña Encarnación, nacio y creció en Pompeya, donde fue formándose como persona y como deportista, al practicar atación, básquet y pelota paleta, pero siempre la “Pulpo” era lo que más lo emocionaba. Y se fue formando como alma y corazón de Boca, mientras su papá era bobinador de motores, él empezaba a darle arranque a un corazón motorizado azul y oro.

20 años y 10 días después de que vio la luz, Rubén volvió a nacer. Fue cuando debutó contra Colón, en La Bombonera en una victoria por 2 a 1. Pero él ya había ganado antes, sobre todo cuando llegó la citación para entrenarse con la Novena, a sus 13 años. “Todos creen que el momento más feliz de mi vida fue haciéndole el gol a River en la final, o levantando la Copa Intercontinental por primera vez en la historia. No saben que el momento más impresionante lo viví a los 13 años, cuando me aceptaron”, le contaría a Marina Zucchi en su libro Desde el Alma. Y desde el alma tambien, ha sabido explicar de la mejor manera su amor po Boca: “Con tal de ponerme la de Boca, hasta de arquero jugaba. La gente no sabe que yo jugué en ocho puestos…”

El responsable de llegar a los buenos puertos

Cuenta la historia que una vez que fue con su padre a la cancha, se coló en el vestuario y lo vió a Rattin. Allí nacería su amor por la 5 en la espalda, pero además por la cinta de Capitán. Porque dijo que queria ser cinco, pero no sabía que debutaría de 4. El “Cholo” Simeone estaba lesionado, y Pedernera sabía que se las podía arreglar, sabía de que en Boca jugaba de lo que fuera. Mal no le fue, ya que las revistas lo eligieron como figura. Pero nadie pensaba, ni las revistas, ni él que sería lo que fue: “Yo estaba desesperado por jugar bien en Boca, pero a decir verdad no soñaba con llegar a ser ídolo”.


En los primeros tiempos, se destacaba -y hasta jugaba en la Selección- no por su gomina en el pelo, sino por su garra y buen juego. Eso que siempre recalcó. Y además festejó un Torneo Nacional y una Copa Argentina en 1969. Ambos logros en la cancha de River, rival que lo catapultaría a la eternidad.

Luego de eso, fue protagonista de la batalla contra Sporting Cristal. Siempre llevó la marca de un botinazo en el pómulo. Como también su apodo, que se lo puso el defensor peruano Julio Meléndez. “Tienes la cara picada como una chapa de auto. Cuántos pozos”, le dijo un día en La Candela, mientras se afeitaba el plantel. De ahí en más el apodo no se iría. Pero sí él y fue en 1973, cuando tuvo que pasar a Huracán y luego a Unión de Santa Fe.

Lo dirigieron César Luis Menotti y en el 75, el “Toto” Lorenzo en Santa Fe, siendo pieza clave para pelear en puestos de arriba. Pero el “Chapa” no era del todo feliz, debía volver a Boca. Y eso pasó también con Juan Carlos, cuando fue a Boca junto con Gatti y Mastrangelo. Unos días más tarde, llegaría Rubén.

Cuentan que lo miraban de reojo, sobre todo por ser alguien al quien habían echado. Pero lo mejor estaba por venir, para él y para Boca…

El 5 de Boca está hecho de Chapa

El primer gran ganador de nuestra historia fue Lorenzo, quien supo recuperar a jugadores emblemáticos. Uno de ellos fue Suñé, a quien le devolvió el puesto de volante y le dio la capitanía. Una capitanía que le había sido otorgada de manera fortuita, como se lo contó a El Gráfico: “¿Cómo me designaron? Fue en pleno partido, consecuencia de un hecho accidental. El capitán era el Tano Roma, que había sucedido a Rattín. Jugábamos contra Platense en nuestra cancha, era por el campeonato Nacional del 69, cuando en un salto sobre Subiat el Tano se fractura un dedo de la mano. Tuvo que salir y entonces había que designar un capitán. La iniciativa la tomó Ovide y me dio el brazalete, porque yo era el más antiguo en el club de los que estábamos jugando y por-que me llevaba muy bien con todos ellos. Después los muchachos me confirmaron y Di Stéfano dio su aprobación. ‘Vas a tener el timón de los muchachos’, me dijo”.

Ya en su seguna etapa en el club, se transformó en uno de los primeros pilares. De los fundamentales, de los que le pintó a Boca sus mejores sonrisas, dejándole los mejores momentos.


Primero el 22 de diciembre de 1976, cuando a los 27 minutos de del segundo tiempo, clavó un zapatazo en el arco de Fillol. Gol fantasma, golazo histórico, gol rápido, directo, certero para clavarse como un puñal a ellos, para hacerlo de la misma manera en nuestros corazones y en nuestra historia. El gol más importante de sus 36. El Gladiador de Pompeya, no pudo volver a ver el gol. Nadie pudo hacerlo, pero sí recordarlo con lujo de detalles, para evitar que se siguiera hablando de avivada: “Años después el propio Fillol me dijo que no  hubiera atajado esa pelota nunca, por el ángulo en el que la puse. Resulta que iba a patear el “Toti” Veglio y la agarré yo, lo madrugue al “Toti” y, mientras ellos formaban la barrera, hice el gol. Entonces salí gritando. Yo pensaba en el equipo, no en mí. No era egoísta. Tenía una alegría bárbara. Si no me paraban el foso y el alambrado, creo que me hubiera abrazado con todos”.

Y todos abrazaron y abrazamos a América y al mundo gracias a su porte. A manejar el equipo y las pelotas con claridad. Para levantar al público y los brazos bien altos, cuando alzó las primeras dos Copas Libertadores y la primera Intercontinental.

Si bien participó de “Paula contra la mitad más uno”, fue actor principal en La Boca y en Alemania. En ese partido que todo el mundo daba por perdido, menos el mundo de Boca. “Festejamos tanto que terminamos todos bastante alegres. Los alemanes, tan serios, estaban como enojados. El preparador físico Von Foster tuvo que explicarle a la policía quiénes éramos  para que no nos metieran en cana”, diría después. Y esa alegría se contagió cuando bajó del avión con la Copa. Y la mostró a todos. Para que creyeran en Boca, en los muchachos, en él…

Con el tiempo el que no creyó en Suñé fue el mismo Rubén. Fue cuando perdió el rumbo, el timón se le fue a cualquier lado y se quiso suicidar, arrojándose de un séptimo piso. Ya había descendido jugando con San Lorenzo, pero no había tocado fondo.


Un recorrido en hospitales lo fueron sacando adelante, junto a su mujer y su familia. Tenía que levantarse y volver a salir. Como cuando lo hizo 377 veces, cuando se enfrentaba al verde césped.
Cuando se recuperó, volvió a La Bombonera en septiembre de 1985 para leer una bandera que decía “Chapa corazón la 12 no te olvida”. Eso le deolvió las fuerzas que había perdido. Lo llenó después de tanto vacío, cuando se retiró.

Probó como entrenador de reserva de Boca y como entrenador del equipo femenino boquense. Tiene su merecida estatua en el Club, porque sin él, las cosas no hubiesen sido iguales. Los sueños nuestros o hubiesen sido cumplidos, sin este tipo, sin Rubén que los pudo cumplir. “No es fácil cumplir un sueño y yo lo cumplí. Equivocado o no, lo que puedo asegurar es que yo dejé en Boca hasta la última gota de sudor. Siempre di todo por los colores. Es lo único que no podrán reclamarme”, relató alguna vez.

Lo relató y lo demostró. Por eso, cuando dicen que alguien se va realmente cuando se lo olvida, es cierto. Porque al “Chapa” no lo vamos a olvidar, mientras duremos en esta vida. Mientras nos saque sonrisas su voz, su recuerdo, su historia, su entrega, su alma bien bostera.

Gracias Rubén

Hace tres años pude conocer al “Chapa”. Siempre me quedará la bronca de no haberlo entrevistado, ni mostrado el poema que hice en mi adolescencia. Pero lo saludé, lo abracé y le agradecí por todo lo hecho en Boca.

Creo que eso es buen consuelo.

Buen viaje, Eterno Capitán…

Chapa de ganador

Hincha de bostero toda la vida,

Jugó, dejó y ganó todo sin medida,

Era el Chapa de Boca,

Era el Chapa ganador,

Que en su segunda etapa en club

La gloria con el Toto alcanzó.

Se puso la cinta muy rápido,

Por trayectoria, por madurez

Y el gran capitán

Del equipo llegó a ser.

Con 8 campeonatos en Boca,

Por mucho tiempo

Fue el que más títulos logró,

Es que dejaba todo en la cancha

para poder salir campeón.

Dejando su vida en cada pelota,

Esa que tan bien se llevaba,

Dejando todo en la cancha,

Para el reconocimiento de su hinchada.

Ruben José Suñé,

Un ídolo por todo lo que hizo

Y todo lo que fue.